martes, 23 de octubre de 2007

KANGU DE EXCURSIÓN


Creo que no se me ha olvidado nada, llevo un bocadillo y llevo un vaso para beber de la fuente, y un libro para leer, y además llevo una radio. Esta va a ser la excursión más perfecta. ¿Tortuguita, tortuguita, te vienes conmigo de excursión? Sí, -dice la tortuguita-. Así no llegaremos nunca, date prisa. Te tendré que llevar yo, pero no te comas mi bocadillo. Y así los dos se fueron de excursión. Chimpón.


Esta es la intrepretación que Ana Beatriz hace de un cuento que hoy leyó, con ayuda de su hermana, en la biblioteca del colégio.

viernes, 19 de octubre de 2007

TRUCOS PARA ESCRIBIR


Mis trucos para escribir:
1º. Vencer el miedo al papel en blanco, en este caso a la pantalla del ordenador vacía.
2º. Una vez vencido el miedo sólo hay que escribir, ya se corregirá después.
3º. Tener a tu alcance material didáctico como: diccionarios de sinónimos y antónimos, libros de ortografía...
4º. Leer todo tipo de lectura, no hay libro malo y siempre se aprende algo de ellos.
5º. Tener un poco de estilo y redacción propios, nunca copiar a nadie y ser lo más originales posible.
6º. Describir de manera que las palabras puedan verse, tocarse e incluso olerse.
7º. Y lo más importante: mucha imaginación.

Ana.

MI PATIO


Era un patio muy silencioso, sólo se oía el murmullo del agua saliendo de la fuente en forma de rana, y el rumor del viento entre las hojas amarillas de la vieja palmera. Aquella con enormes raíces donde tantas veces tropecé cuando era niña. Entonces el patio era alegre, lleno de niños jugando. Las risas inundaban todos los rincones. Paco hacía silbar las cuerdas de su guitarra por fandangos; las notas de música y el olor a azahar transformaban aquel patio en un edén paradisíaco.
Igual que el patio, silenciosa, se quedó mi alma, después de haber perdido la razón para vivir. Álvaro se fue una mañana temprano, sin despedida, sin reproches, sin gritos, sin tan siquiera un beso. Dejó una pequeña nota en la mesita de noche, empecé a leerla: “Mi vida, tengo que irme, me asfixian estas cuatro paredes...”, las lágrimas me impidieron leer el resto. Enfurecida rompí aquella maldita hoja de papel, a la vez que rompía tres maravillosos años en los que me sentí la mujer más importante del universo.
Sentada sobre mi piedra favorita en el viejo patio, intento recordar los momentos felices, pero el silencio, el murmullo del agua y el rumor del viento entre las hojas amarillas de la enorme palmera me hacen ver la realidad; el edén paradisíaco de mi relación amorosa se marchitó, se esfumó, igual que los años vividos junto a él. Intento encontrar una explicación que me libere de la culpa, pero es inútil: se acabó el amor.
Me siento igual que mi viejo patio, sola. El silencio me atormenta, pero lo que no puedo soportar es el recuerdo de aquel edén paradisíaco. Sólo me queda una ilusión: que todos los rincones de mi alma se vuelvan a llenar de risas, de notas musicales de guitarra y de olor a azahar. Ana Mª Calderón Moya.

jueves, 18 de octubre de 2007

IMAGÍNATE

Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, vivía una muchacha llamada Clarita. Sus padres trabajaban en una panadería y Clarita los ayudada a hacer pan. Un día Clarita salió a pasear y por el camino se encontró a una hada. El hada cuando la vio salió corriendo y Clarita se fue detrás de ella. Cruzaron el bosque. Cuando llegaron al río lo cruzó andando por un tronco que allí había. Al llegar al final del tronco había una roca y Clarita dijo: “Pero, ¿eso qué es, ahora cómo pasaré para seguir al hada?”. El hada tenía un colgante y con él movió la piedra. Os preguntaréis cómo movió la piedra. La movió con la magia que tenía el colgante y cuando entró Clarita se sorprendió porque aquello era un mundo fantástico en el que todo se hacía realidad.
Pasaron muchos días y los padres de Clarita cada vez se preocupaban más. Clarita se olvidó de todo porque se lo pasaba muy bien. ¿Sabéis qué hacía Clarita? Con vuestra imaginación podréis imaginar ese mundo fantástico.
Un día Clarita se acordó de todo y volvió a su casa y siguió ayudando a su familia a hacer más pan.



NOELIA RUIZ, 8 AÑOS

miércoles, 17 de octubre de 2007

EL CORAZÓN

El corazón rie, baila y canta
El corazón te quiere
El corazón quiere estar a tu lado.

Ana Beatriz
Él y yo


Dos soles pasean por el mar y no por la orilla sino por el cielo.
Él es sol y yo luna.
Él es un arbusto y yo tierra.
Yo soy una rama y él un tronco.
Yo soy un águila y él viento.
Él es una piedra y yo el mar.
Los dos somos distintos, pero da igual.



Noelia

Abuela, cuéntame un cuento.


“Abuela, cuéntame un cuento, pero hoy quiero ese que la mamá de María le lee por las noches. El libro se llama “Las hadas del bosque”, y dice María que es mágico, que puede imaginar con sólo oírlo todo un mundo de fantasía y de color. Yo quiero ver esos colores aunque sea en mi mente”.
La abuela se queda callada por un momento, no quiere decirle a su nieta que ella nunca verá los colores porque es ciega de nacimiento. Y empieza a inventar una historia de hadas que no es la del libro ya que la abuela es analfabeta. Nunca tuvo tiempo de aprender a leer ni escribir, estaba demasiado ocupada con sus hijos, su trabajo en el campo y en la casa. El tiempo libre que le quedaba eran unas pocas horas para dormir y tomar fuerzas para empezar el nuevo día.
La niña le dice a la abuela bruscamente: “Pero mama, esa no es la historia fantástica que cuenta María”. A Teresa, que así se llama la abuela, se le caen dos lagrimones por las mejillas, y le promete a su nieta ciega que le va a leer el cuento de las hadas y el que ella le pida.
Teresa a sus setenta y cinco años empieza a estudiar. Va a la escuela de adultos de su pequeño pueblo, allí es muy bien recibida por todas sus compañeras a las que cuenta el porqué quiere aprender a leer.
La fuerza de voluntad para aprender las palabras y los sonidos de aquellas letras tan extrañas para Teresa van dando sus frutos. Poco a poco va leyendo palabras sueltas, frases cortas. Hasta que un día la profesora le dice: “Teresa, llevo muchos años en esta profesión y ninguna de mis alumnas aprendió a leer tan rápido”. Teresa dedicándole una amable sonrisa le dijo: “El amor mueve montañas, profesora”.
Por fin llegó el día tan esperado para Teresa, y con el libro de las hadas del bosque en la mano, le dice a su nieta: “Hoy tengo una pequeña sorpresa para ti”, y abriéndolo comienza a leer: “Era un bosque tan silencioso que podía oírse el murmullo del viento acariciando las hojas de los árboles, y el revolotear de las hadas jugando entre las flores...”. La niña, alzando la voz con una alegría inusual en ella le dice a su abuela: “Esta sí es la historia que cuenta María, ahora por fin podré ver los colores”. A la abuela le vuelven a caer las lágrimas por su rostro, pero esta vez de alegría.

Ana Mª